En los campos del noroeste bonaerense, el girasol vuelve a ganar terreno. Las características fisiológicas y las condiciones de mercado lo convierten en una opción interesante especialmente en un contexto de sequía y precios internacionales favorables.
El girasol, un cultivo tradicional en el noroeste bonaerense, está regresando a los campos de la región. Este renacer del girasol no es casualidad, sino el resultado de una combinación de factores climáticos y económicos que lo hacen una opción estratégica en un contexto desafiante para el sector agropecuario.
Según el ingeniero agrónomo Juan Ignacio Fariña, “a nivel fisiológico, el girasol está clasificado como especie anisohídrica, con menor sensibilidad estomática, capacidad de ajustes osmóticos y buena distribución de raíces”. Estas características permiten que el girasol tenga una importancia en ambientes con baja disponibilidad de agua. “Con menos milímetros comparados con soja y maíz, el cultivo puede alcanzar potenciales de rendimiento”, agrega Fariña. Esta tolerancia a condiciones de sequía es particularmente relevante en el contexto actual, donde las lluvias han estado por debajo de los promedios anuales en las últimas campañas. Esta situación ha puesto en jaque a los cultivos de gruesas tradicionales, y el girasol ha comenzado a ganar terreno.
El ingeniero explica también que el cultivo del girasol en la región no es una novedad. Hace treinta años, el girasol era un actor habitual en el paisaje rural del noroeste bonaerense. Sin embargo, “el auge de la soja a finales de los 90s, acompañado de buenos precios internacionales, buenas condiciones climáticas y manejo simplificado, desplazó al girasol a zonas más restrictivas, como el oeste pampeano”. Ahora, con el conflicto entre Rusia y Ucrania que ha disparado los precios internacionales de los aceites, muchos productores vuelven a considerar esta oleaginosa en sus rotaciones.
Más allá de los beneficios económicos y de resistencia, el girasol ofrece otras ventajas que pueden resultar atractivas para el productor. “Si queremos diversificar el sistema, escalonar cosechas, sembrar verdeos de invierno, ahorrar en flete y, sobre todo, si tenemos un ambiente restrictivo donde la potencialidad del cultivo de soja es media o baja, deberíamos dejar entrar a la cancha al girasol. ”, sostiene Fariña. La posibilidad de diversificar cultivos y de utilizar el girasol en campos con menores rendimientos potenciales refuerza su papel como alternativa resiliente y rentable.
En definitiva, el retorno del girasol al noroeste bonaerense no solo responde a su resistencia frente a condiciones de estrés hídrico y los altos precios en el mercado global, sino también a su capacidad de aportar flexibilidad y solidez a los sistemas productivos de la región.