Para que la baja en las retenciones se mantenga en el tiempo, con un programa concreto, debe haber, en la lógica libertaria, una reducción del gasto público o un aumento de otros tributos
La diputada bonaerense María Silvina Vaccarezza, productora rural y mastra, realizó un análisis sobre si la baja de retenciones puede ser beneficiosa o nó para el sector en el tiempo.
El 23 de enero pasado, el ministro de Economía, Luis Caputo y el vocero presidencial, Manuel Adorni anunciaron la reducción temporal en los derechos de exportación de las principales commodities, y de forma permanente a las economías regionales.
Según el decreto publicado en el Boletín Oficial, la soja bajó del 33% al 26%, mientras que sus derivados pasaron del 31% al 24,5%. Además, el trigo, el maíz, el sorgo y la cebada pasaron del 12% al 9,5%,y el girasol, del 7% al 5,5%.
Para acceder al beneficio los productores deben presentar una Declaración Jurada de Venta ante la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA) y en 15 días tienen que liquidar el 95% de los dólares producidos por la venta.
Estos anuncios, siempre bienvenidos, tomaron por sorpresa a la mayoría de los productores. Más aún porque tan sólo 48 horas antes, el mismo Caputo había publicado un extenso comunicado donde adelantaba que no iba a haber una reducción de impuestos: «Estimados, en caso que no haya quedado claro, este gobierno vino a bajar impuestos. Solo que, producto del desastre heredado y nuestro pésimo historial crediticio, solo podemos hacerlo si tenemos superávit fiscal. Costó mucho evitar una hiperinflación y lograr lo que hemos logrado en apenas un año».
Es por eso que estas medidas suenan más a una respuesta improvisada frente al legítimo reclamo de los productores, que sufren hoy las consecuencias de la sequía, la baja en el precio de los commodities, el retraso cambiario y la falta de un programa para el sector.
Equilibrio fiscal
Esta baja parcial de las retenciones implica un recorte de ingresos por u$s 800 millones aproximadamente, teniendo en cuenta los valores exportados en 2024.
Según un informe que dio a conocer el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), la reducción temporal de las retenciones implica un costo fiscal del orden del 0,13% del PIB. Y si bien el «costo fiscal» es casi ínfimo, representa el 42% del superávit fiscal, principal caballito de batalla del discurso libertario. Es por eso que ese porcentaje resulta fundamental para entender los motivos por los que las medidas anunciadas son de carácter temporal.
Entonces, como primer análisis, surge que para que la baja en las retenciones se mantenga en el tiempo, con un programa concreto, debe haber, en la lógica libertaria, una reducción del gasto público o un aumento de otros tributos, tal como sucedió en este primer año de gobierno. ¿Lo habrá? ¿O seguirá ajustando al campo con las retenciones?
¿Y si probamos con más producción?
El presidente Javier Milei se jacta de ser un transgresor en las medidas que está tomando, principalmente de carácter económico. Muchas han dado resultados, demostrando que repetir errores del pasado no era la mejor fórmula. Sin embargo, en lo que respecta a la producción, y al agro en particular, la ignorancia y el desconocimiento es preocupante.
En la campaña 2023/24, según un informe publicado por la Bolsa de Comercio de Rosario, el campo argentino enterró más de US$ 15.000 millones, lo que representó el segundo monto de inversión más alto en al menos 8 años.
Pero si las reglas fuesen otras, la inversión sin dudas sería mucho mayor. A mayor inversión, más producción. Y eso se traduce en una mejor cosecha y en el consecuente incremento de ingreso de divisas a nuestro país. Entonces, ¿por qué no probamos con alentar la producción en vez de seguir poniéndole trabas al productor?
El último índice de confianza del campo que elabora el Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral, conocido como Ag Barometer Austral, marcó que el 60% piensa que el presidente Milei cumplió con las expectativas del sector.
Los productores basan su opinión en los logros macroeconómicos, tales como la baja de la tasa de inflación, las bajas en las tasas de interés y la rapidez con la que encaró las reformas estructurales. Por el contrario, un 36% de los productores opina que no las cubrió.
Estos datos alentadores deben traducirse en hechos concretos. Porque el productor está acostumbrado a poner el hombro y seguir trabajando a pesar de lo desfavorable del contexto, pero la confianza con un nuevo gobierno se va diluyendo y el escenario se torna de total incertidumbre, donde se toman medidas aisladas, de corto plazo, sin entender la realidad del productor y sus necesidades.
Impredecibles
Parece redundante pero no lo es. Lo que el campo necesita son reglas claras, que se sostengan en el tiempo, para poder invertir y producir en el tiempo. Medidas a largo plazo que surjan de un programa productivo consensuado con todos los actores que intervienen en la cadena productiva.
Las palabras del presidente Milei, que supieron ser auspiciosas para el productor, hoy ya no lo son. Todavía está a tiempo de cambiar su imagen y mostrar un norte claro respecto a la política agropecuaria.
El campo lo está esperando.
Fuente: El Economista