Así como José Saramago escribió la curiosa y sorprendente historia en su libro “Las intermitencias de la muerte”. Un país cuyo nombre no se menciona y en donde sucede algo nunca visto en el mundo, La muerte decide suspender su trabajo letal, la gente deja de morir por lo que la euforia colectiva se desata, dando paso luego a la desesperación y al caos.
Acá tampoco vamos a citar un lugar o una ciudad determinada porque lo vivido es o fue también de manera colectiva pero ya no en un solo país o ciudad. Así como la fábula de Saramago entendida como ficción con la que se encubre una verdad, la cruda realidad nos pone en las antípodas de lo que, creíamos podía ser un trabajo de algún imaginativo escritor.
El pasado día del padre fue la fiel realidad de lo que hubiéramos imaginado para un trabajo literario, «Cementerios más poblados y mesas más vacías».
Si nos deteníamos a observar el ingreso al campo santo de un lugar cualquiera podía verse el peregrinar de jóvenes visitando un espacio destinado para ellos en tiempos de pandemia, para quienes se fueron –o mejor dicho se los llevó- este virus instalado que aun a muchos hace dudar de su daño, mostrándose a veces cauteloso y benigno, para sacar rápidamente sus garras y destrozar seres a su paso sin piedad.
Eso vimos…»A niños sin entender demasiado porqué papá estaba en ese lugar desconocido para ellos, adolescentes dubitativos que ingresaban por primera vez, adultos tristes, llevando con peso el regalo a papá o a sus hijos/as, que también lo son» y a diferencia de lo que marcan las agujas del reloj generacional, tuvieron que marchar antes.
Esos regalos que esta vez flameaban en sus manos con pétalos de diferentes formas y colores, eran humedecidos por las lágrimas calientes que surcan rostros de diferentes edades y sexo, en un lugar del campo santo destinado para ellos o ellas, inédito, nunca imaginado, ni siquiera por algún narrador plasmando su imaginación de hechos irreales. Que este día del padre, los cementerios iban a ser los destinos más visitados.
Alguien algún día escribirá una crónica o un libro o una historia en donde contará esta cruda realidad en la que hubo un tiempo en que el mundo comenzó a vivir diferente, los tiempos en que en casa somos menos y en los cementerios somos más. Así como Saramago nos creó imaginariamente el país en donde nadie muere y los cementerios quedaron vacíos en esta otra historia se mostrará lo contrario, quizá hasta con crudos relatos de algún doliente que exprese lo que se siente cuando un papá, mamá, hijo/a, nietos/as, seres queridos, fueron arrebatados de nuestros abrazos como una ráfaga de viento huracanado dispuesto a soplar y soplar para no dejarlos retroceder.
La realidad nos llama a reflexión: «VIVIMOS HOY CON UN MAÑANA INCIERTO RODEADOS DE DOLORES PROPIOS Y AJENOS» ¿Y SI LIBERAMOS ONMIPOTENCIA Y DEJAMOS ESPACIO A LA RAZON.? CUANTAS MAS SILLAS VACIAS TENDREMOS QUE VER Y CUANTAS DESPEDIDAS MAS TENDREMOS QUE HACER PARA ENTENDER QUE LA CONCIENCIA INDIVIDUAL ES FUNDAMENTAL? ¿QUE VACUNARNOS NOS ALIVIARÁ MAS DOLORES? Y …..ESPERAR UN RATO MAS PARA EL ENCUENTRO.